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Numero 11 (2008)
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La voz de Alcalá la Real.
Periódico científico, literario, de intereses locales y noticias
por Antonio Heredia Rufián
IES Antonio de Mendoza

Entre los muchos periódicos que surgieron en nuestra ciudad a finales del XIX y principios del XX destacó La Voz de Alcalá. En la biblioteca municipal se conserva una copia de los doce primeros números, desconozco si se editaron más. Se publicó, con periodicidad semanal, todos los domingos, desde el 30 de marzo de 1879 al 15 de julio del mismo año. La suscripción trimestral ascendía a ocho reales para Alcalá la Real y nueve para fuera, adelantados. La redacción y administración estaba en la calle Braceros, 50.

En su primer número y a modo de editorial aparece un artículo titulado “Nuestros Propósitos” en el que la redacción expresa su deseo de dar vida a un periódico que ha de llevar hasta la aldea más recóndita asuntos relacionados con la moral, la paz de las familias, la higiene y los intereses públicos y privados. Los fines del mismo, en consonancia con la época, se expresan al final:

Tendrán por norte la justicia; por base la verdad; y por escudo, esa luz imperecedera fundada en las máximas y principios de Nuestra Santa Religión. Y con estas garantías, y con la fe y la constancia; y con la cultura y apoyo de todos los habitantes de esta nobilísima Ciudad, vivirá el periódico para ilustrar a unos, recrear a otros y elevar a todos a la altura de los pueblos modernos, participando de sus grandes adelantos y progreso, de la misma forma y manera que las generaciones pasadas brillaron por su honradez, valor, abnegación y laboriosidad.

Al definirse como un periódico científico, literario, de intereses locales y noticias, predominan los temas relacionados con estas secciones. Por su interés para Pasaje a la Ciencia me voy a detener sólo en el aspecto científico que no es el que más destaca, ya que predominan los trabajos literarios y noticias relacionadas con la crónica local. Entre los artículos más significativos, con los que se inicia cada edición, destacan “Nuestros pobres”, “El jugador”, “No más silencio” sobre el estado de educación que por desgracia mantienen las clases pobres, “La buena lectura”, “Lo que es el tiempo”, “El progreso”, “La escasez de agua”… De interés, las observaciones meteorológicas, realizadas por Moisés Rodríguez, y los precios de los artículos de primera necesidad que aparecen en la última página del periódico, junto a la sección de anuncios.

En el ámbito científico hay artículos sobre la vacunación y revacunación de la viruela, la higiene pública y la agricultura. Por su interés, me voy a centrar en los artículos sobre “La vacunación y revacunación de la viruela” que aparecen en los números uno y tres y que están firmados por R.M. Estas siglas se corresponden, sin duda, con el doctor don Miguel Ruiz Mata[1] que hace una defensa exhaustiva de la utilización de esta vacuna dando todo tipo de razones. Se extiende tanto que finalmente el tema de la revacunación queda sin tratar. Comienza Ruiz Mata en el primer artículo haciendo un breve apunte histórico en el que nos dice que la vacuna fue practicada en Asia desde la más remota antigüedad, circunstancia que fue dada a conocer por viajeros ilustres, como el doctor Macpherson; siendo esto una prueba palmaria y evidente de que la culta Europa va muy a la zaga de los pueblos de Oriente en este y otros asuntos de reconocida importancia. También hace referencia a Jenner, que fue el primero que la divulgó en Europa en 1798, aunque con anterioridad fue utilizada por Sulger, Jesty, Sutton y Fewster. Indica que las consecuencias que produce esta enfermedad son desastrosas y alude a los efectos que causó en Alcalá la Real en 1874 y más recientemente en la cercana localidad de Montefrío. Para acabar con esta enfermedad, el Gobierno y la clase médica han creado Institutos de vacunación en Madrid, Barcelona y Valencia. Pero esto, a juicio del doctor Ruiz Mata, no es suficiente, ya que son los habitantes de las poblaciones quienes, aconsejados por los médicos, deben preocuparse por su salud.

A continuación, hace un estudio, corto pero muy didáctico, sobre el origen de la vacuna. Aunque están muy avanzados los estudios de algunos veterinarios que buscan en los organismos de los caballos o de los carneros el virus, el doctor Ruiz Mata piensa que en ese momento todas las miradas han de fijare en los centros de vacunación donde se custodian las terneras que padecen el cow-pox, que son las que suministran el virus vacuno que es el que se utiliza en la vacunación de la viruela.

Seguidamente, aparecen unos consejos que son de gran interés para las familias alcalaínas, que constituyen un buen ejemplo de lo que hoy llamamos educación para la salud. La vacunación debe practicarse preferentemente en primavera y otoño ya que en estas ocasiones está más que probado el desarrollo favorable de las pústulas y por tanto es más seguro el resultado. No obstante, debe vacunarse siempre que se presente una epidemia de viruela, y lo más pronto posible. A partir de la segunda semana del nacimiento, cualquier edad es buena para practicar la vacunación no debiendo hacer caso a las numerosas vulgaridades que sobre éste y otros asuntos andan de boca en boca. Sí será importante no vacunar a niños con fiebre o que están muy débiles. Estos casos excepcionales deben dejarse a la circunspección y rectitud de miras del profesor encargado de practicarla. Aconseja la vacunación inmediata ya que parece ser que pierde algo de energía la vacuna, no en el caso de la preservación de la viruela, pero sí en el de la continuación de sus efectos; así como que se tome de brazo a brazo. En esta parte de su escrito, el doctor Ruiz Mata vuelve a aludir a los muchos prejuicios que tiene el vulgo y que entorpecen la labor médica.

Aquí entra otra serie de hablillas de vecindad, rancias en demasía, y que ni los esfuerzos mejor dirigidos por parte del médico, ni aún de la autoridad, han podido hacer que se desechen, siendo un trabajo ímprobo que se saque la vacuna, aunque previamente haya sido así pactado con la madre y llevado a cabo con el mayor desinterés. Es extraña y casi criminal esta conducta; pero afortunadamente sólo a escasas inteligencias, faltas de ilustraciones les está reservada.

La extracción del virus debe hacerse del séptimo al octavo día, cuando más, escogiendo siempre a los niños y entre éstos a los más robustos y a los que teniendo buenos antecedentes hereditarios tengan la confianza del médico. En este punto, plantea la polémica sobre la posibilidad de si tomada la vacuna de un niño con alguna enfermedad crónica o cualquiera diátesis, la transmite por medio de la vacuna a los que de él la toman. Según Ruiz Mata, no es de extrañar la existencia de esta creencia entre el vulgo cuando hay científicos que así lo han creído. Él está en contra de esta opinión y alude a los estudios de Taupin que basándose en sus estadísticas defiende el no contagio de las enfermedades antes referidas, exceptuando aquéllas que los españoles trajeron de América después de su conquista. No obstante, insiste en que se han de desechar los niños enfermos y también los débiles aunque estén sanos. Nuevamente alude a la poca formación que tiene la población cuando dice que hay que combatir la idea de que cuantas enfermedades sufre el niño después de vacunado, otras tantas son debidas al virus profiláctico de la viruela, según el leal saber y entender de la vecina, persona importante y de altos conocimientos en todos los ramos del saber humano, y en especial en la ciencia hipocrática e insiste en que las enfermedades que suceden a la vacuna no son producidas por ésta, ya que hubiese sido o no vacunado el niño, las sufriría siempre que hubiese estado expuesto a las causas que pudieran ocasionarlas.

Este primer artículo sobre la vacunación de la viruela termina con un mensaje a la población alcalaína, insistiendo en la necesidad de que cesen el abandono y la incuria existentes para la vacunación de los niños ya que son muchos los beneficios recibidos y ojalá se contara con medios para preservar de otras enfermedades incurables como la tisis, el cáncer, la lepra… También anuncia que sobre la verdadera zoonosis y sobre la erupción escribirá en un artículo inmediato. Éste no se hace esperar.

Sólo dos semanas después, el trece de abril, en el número tres de La Voz de Alcalá, don Miguel Ruiz Mata escribe sobre los casos en que la vacuna, modificándose, da lugar a una erupción local, recomendando se observen con detenimiento los periodos posteriores a la vacunación, a fin de no dejar a las familias con la duda de si sus hijos están o no preservados para la viruela. Se pueden dar distintos casos. La no salida de la erupción en algunos niños indica que éstos presentan una resistencia, más o menos importante, a la absorción del virus, ya sea porque tienen cierta predisposición individual, ya sea por las condiciones del propio virus. Esta circunstancia se podrá averiguar si se ha tenido la precaución de aplicar el mismo virus en varios niños. Siempre que no haya erupción vacunal, habrá que repetir la inoculación, sin olvidar que hay algunas personas con resistencia a contraer la erupción profiláctica de la viruela. Si la erupción sale antes del tercer día o desaparece rápidamente indica que no ha sido efectiva la vacunación, ya que falta el primer periodo, denominado de incubación. Esto se puede deber a la alteración del virus al conservarlo por largo tiempo, a las características de la persona que se vacuna, o a ambas circunstancias. Sobre la rapidez con que desaparece la erupción, indica que en ocasiones dura hasta cinco, seis y siete días y en otras desaparece rápidamente. Esta última situación, según Ruiz Mata, es la que nos describe Bousquet en su notable tratado de la vacuna, es como una llama que brilla y se extingue en un instante.

También llama la atención sobre la forma y aspecto de la erupción, especialmente sobre las cicatrices, tan indelebles y tan conocidas, que confirman que los niños han sido inoculados con éxito; así como sobre la conducta que ha de seguirse con los niños vacunados. Tanto recién puesta la vacuna, como después de que haya salido, aconseja evitar toda presión y rozamiento sobre las partes afectadas, siendo importante que los niños no desgarren los granos con las uñas ya que se puede extender la erupción de modo inconveniente. Desaconseja abrigar demasiado a los niños, práctica habitual, y recomienda no salir de casa durante el periodo de maduración, así como evitar las corrientes de aire y los cambios bruscos de temperatura.

Al final y con el objetivo de aclarar las dudas que, entre las madres, ha suscitado su primer escrito, añade un resumen de las ideas más importantes de ambos artículos:

  1. Que la vacunación debe practicarse preferentemente en primavera y otoño, y SIEMPRE que se presente una epidemia de viruela.
  2. Que cualquiera edad es buena a partir desde la segunda semana del nacimiento.
  3. Que si el niño padece una enfermedad febril, o está muy débil, debe esperarse que pasen dichos estados.
  4. Qué no haya inconveniente, ni reparo para que se les saque la vacuna en el tiempo oportuno.
  5. Que no se transmiten por ella las enfermedades crónicas, ni diatésicas, y sí solamente las virulentas.
  6. Que las enfermedades que suceden a la vacuna no son producidas por ésta; y que por lo tanto el niño las sufrirá siempre, hubiese, o no, sido vacunado, si se habían expuesto a las causas que las pueden ocasionar.
  7. Que es un valioso y útil preservativo para la viruela, y no debe dudarse un momento en aplicarla; pudiendo calificarse la conducta contraria como criminal.
  8. Que si no sale la erupción, es preciso repetirla tres o cuatro veces, dejando un intervalo prudente entre una y otra vez.
  9. Que si sale antes del tercer día, debe desconfiarse de su legitimidad; del mismo modo que si desaparece rápidamente. Pues sabido es que la vacuna verdadera dura dos setenarios y al tercero se desprende la costra.
  10. Que la forma y el aspecto de la falsa vacuna difieren esencialmente de la verdadera, y
  11. que la vacuna normal deja constantemente cicatrices indelebles y características.

Acaba don Miguel Ruiz Mata diciendo que en otra ocasión escribirá sobre la revacunación. Por razones desconocidas no lo hizo en los siguientes números. Sí volvemos a encontrarnos con un artículo suyo en el número ocho (15 de mayo de 1879), que denota su preocupación por los temas sanitarios y de higiene pública. En este artículo denominado “La capilla en el hospital” llama la atención de las autoridades administrativas para que los edificios que hayan de destinarse al socorro de los pobres enfermos, reúnan las condiciones establecidas por la higiene como es su construcción en sitios aislados y fuera de las poblaciones. En el caso de Alcalá la Real denuncia las condiciones del hospital, situado en la calle Rosario, entre una casa por la derecha y un ex convento por la izquierda, y más concretamente la ubicación de la capilla que ocupa el lugar más ventilado de todo el hospital, recomendando que ésta pase a otro sitio y que en su lugar se instale una sala de enfermos.

Notas a pie
  1. Don Miguel Ruiz Mata fue un intelectual importante en la sociedad alcalaína de finales del XIX, que tuvo algunos problemas por su ideas políticas. Era republicano y masón. En las actas de cabildo de los años 80 aparece citado varias veces. Por la de 13 de junio de 1881, sabemos que era médico titular de la ciudad y de la cárcel del partido. En este acta se recoge su petición de renuncia de ambas plazas por no disponer del tiempo necesario para atenderlas ya que también tiene una clientela particular muy numerosa. Esta situación refleja el reconocimiento que tenía como médico. [Volver a la lectura]


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